Cuando un psicólogo dice que la migraña no es una enfermedad, saltan todas las alarmas: los neurólogos se sienten ninguneados y los pacientes insultados. Sin embargo, esto no pone en jaque la profesionalidad de los neurólogos; la neurología, con respecto a la migraña, lleva a cabo una labor perfecta desde el punto de vista metodológico. Sus problemas son filosóficos: parten de premisas equivocadas que les llevan a un callejón sin salida. Esto es, buscan donde no es.
Por lo que respecta a los pacientes, que no sea una enfermedad, no pone en tela de juicio el horrible sufrimiento que provoca, y no quiere decir que el dolor sea inventado. Sólo quiere decir que la causa de tal sufrimiento, no tiene un sustrato bioquímico y/o anatómico en el sistema nervioso.
Para aclarar la perspectiva y el tratamiento estratégico de la migraña, voy a explicar cómo se trata desde este enfoque, la denominada migraña menstrual. Está claro que el sistema nervioso interviene en la sensación de dolor. Sin embargo, una cosa es que intervenga, y otra muy diferente que sea la causa.
La migraña es un mecanismo de defensa. Sus síntomas (dolor, náuseas…) no existen en lo absoluto, como algo que pueda nacer de una proteína, un péptido o una neurona; para que se activen, ha de haber un peligro percibido.
Y aquí viene la parte más interesante: el sistema nervioso no puede percibir, permite percibir. Una percepción es un proceso de valoración mental mediante el cual el organismo atribuye un significado a un evento, una situación… Y sólo una persona (con neuronas, genes, proteínas, pèptidos…) en un entorno, puede percibir. Pensar que el dolor puede surgir de una de las partes de la persona, es una confusión de niveles lógicos (Russell, Whitehead, 1910).