Depresión: el iluso desilusionado de si mismo

Categoria: Depresión

Etiquetas: Depresión

Desde la terapia breve estratégica, la depresión no se considera un problema debido a un desequilibrio en los neurotransmisores. Sin negar su influencia, no se pierde de vista que la serotonina está implicada en la digestión, el sueño, la memoria, el deseo o las funciones sexuales, por tanto, puede estar implicada en la depresión. Sin embargo, estar implicada y ser la causa son dos cosas muy distintas.

De hecho, aunque los antidepresivos pueden ser útiles en algunos casos de depresión, no hay ningún marcador biológico, como una prueba que mida el nivel de serotonina, para diagnosticar la depresión. El diagnóstico de depresión viene tras comprobar que la persona tiene problemas con la realidad que le rodea: consigo mismo, con los demás o con el mundo.

Vamos a introducir al iluso desilusionado de sí mismo, la persona que renuncia a causa de la visión que tiene de sí mismo.

Es el caso en que la persona está convencido de su propia incapacidad. Puede se debido a un episodio concreto que le confirmó su falta de habilidades, y que no puede olvidar, o puede haber sido un estrés agudo, una perdida como un luto, una enfermedad o haber perdido una gran oportunidad.

Curiosamente, no es necesario la existencia de un episodio similar para que la persona tenga la certeza de no estar a la altura. Simplemente la duda puede hacer que la persona llegue a esa convicción. La repetición de errores comunes, que cometemos todos, pero que para la persona, se convierten en la prueba irrefutable de su incapacidad. Se puede resumir con la frase: he descubierto que no soy quien creía ser.

La persona se machaca constantemete y el diálogo consigo mismo se convierte en una tortura. Cada derrota vale el doble que cada victoria. Porque el éxito no vale nada y frecuentemente está justificado por algo externo a la persona. El presente se percibe como inmodificable y el futuro como un agujero oscuro.

La persona pierde de vista que los seres humanos son imperfectos, capaces de los mayores errores, pero también de remediarlos y conseguir los mayores éxitos. La persona se vuelve implacable consigo misma y todas sus acciones merecen un castigo.

Si no gana todo es un fracaso, no tienen cuenta que las medallas son el fruto de muchas derrotas. Y que de las derrotas obtienen las mejores recetas para la victoria. Hace suya la frase de: donde no hay victoria, hay renuncia.

La persona busca una explicación, y la encuentra dentro de sí mismo: hay algo que no funciona en mí, pero no sé qué es.
Su problema se fundamenta en esta creencia. La vida le ha demostrado que no es la persona que pensaba ser.

Las personas que acuden al psicólogo en Bilbao para pedir ayuda, asumen una posición de renuncia y sienten que ya no hay salida. Son rehenes de su propio fracaso y están en la posición de víctimas de sí mismo, porque han tenido la inapelable prueba de su incapacidad. La inevitable renuncia lleva a la absoluta delegación porque usan definiciones categóricas, rígidas e inflexibles.

La persona suele presentar una tendencia marcadamente opositoria a causa de su renuncia y su creencia de incapacidad. No se le debe llevar la contraria abiertamente en una posición simétrica, sino que debemos asumir una posición antagónica.

El uso desilusionado de simismo tiene auténticas posiciones paranoicas sobre sí mismo, no en el sentido psiquiátrico si no en la certeza de su poca fiabilidad, sobre las muchas dudas sobre si mismo. Consecuentemente, el miedo atroz le suele llevar a seguir renunciando.

No hay que llevar la contraria pero si se necesita un psicólogo directivo que en algunos casos tendrá que ponerse en forma simétrica, porque el desilusionado de sí mismo, es la persona que vivía con la creencia de: si quiero puedo. Un pecado de soberbia, como diría Dante, a los que reservarba el purgatorio y el infierno. También se puede ver como un exceso de autoestima que oculta las propias debilidades, cómo dirían los monjes zen.

Tenemos que reelaborar la teoría de que la tenacidad y el esfuerzo, la capacidad de sacrificio y la dedicación podrán con todo. La persona está constantemente buscando sus propias insuficiencias e incapacidades por lo que al final las encuentra, y junto a su certeza de incapacidad y su renuncia, hacen un bucle que se retroalimenta constantemente.

Es habitual la confusión no saber qué es correcto y qué equivocado, no saber qué hacer o no hacer, que lleva a la renuncia como mecanismo de defensa. Sin embargo acaba convirtiéndose en la peor solución. La anhedonia, la ausencia de deseo, es patente porque todo lo que le gustaba ya no le gusta, y todo lo que le interesaba ya no le interesa.

En el plano somático puede parecer cansancio, fatiga o pesadez; sensaciones que no desaparecen por mucho que descanse la persona. Es más, descansar más hace que el cansancio se agudice. También puede haber trastornos del sueño o de la alimentación, incluso ansiedad.

La frase ya no volveré a ser como antes se convierte en una certeza absoluta. En esta situación, también pueden aparecer los pensamientos suicidas. Las desilusiones amorosas en las mujeres y los fracasos profesionales en los hombres son los problemas más habituales.

La intervención en depresión

Empieza por saber desde cuando tiene problema. Puede ser más o menos difuso o con un evento crítico muy determinado. A la pregunta de si es la persona a la que no ha estado a la altura, o es una situación que para cualquiera hubiera sido muy difícil. la respuesta suele ser rotunda: es ella la que no sido capaz.

Se le va a llevando a poner sobre la mesa que ha descubierto su incapacidad y ha visto que ya no puede confiar en más en sí mismo. Deberíamos preguntar si hace algo para intentar superar el problema o ya no, para ver si está en modo renuncia. También es importante conocer el papel de las personas cercanas, tanto de familiares como de amigos, porque suele ser en personas en las que delegan su vida. El diálogo va encaminado a hacerle ver que, si sigue renunciando, su vida empeorará.

La reestructuración de Aquiles es muy buena para cuando estamos delante de una persona desilusionada de sí mismo:

Aquiles, convencido de ser invencible e invulnerable, no protege su talón. Cuando es herido de muerte, es herido precisamente ahí, y acaba muriendo por pensar que no tenía ningún punto débil.

El iluso desilusionado de sí mismo, nunca pensó que podría fallar de esa manera. El objetivo será llevarle, poco a poco, a que vuelva a confiar en sus capacidades y a ver que el problema no es fallar, el problema es no corregir. El fracaso y el error van de la mano con el progreso.

El iluso desilusionado de sí mismo es víctima de una creencia: ya no soy capaz. Ahí es donde tenemos que intervenir para lograr el desbloqueo.

Si quieres saber más: Las caras de la depresión.

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