Porque esta vida no tiene que ver con la verdad sino con sobrevivir. Mentir y mentirse ofrece muchas ventajas en esa dura tarea. Nos ayuda a manejarnos en un mundo muy hostil: aparentar, proteger a otros (creemos que el otro no va a soportar la verdad), protegernos a nosotros mismos (cuando no podemos soportar la verdad), sacar beneficios, evitar castigos… mentira y supervivencia van de la mano.
Y es que somos complicaditos: por un lado nos molestan las mentiras, pero resulta que mentir alguna vez indica que somos personas sanas y normales. Por ejemplo, que un niño no sepa mentir puede indicar algún problema.
El resto de animales también mienten, sobre todo los más inteligentes. Por ejemplo, la tanatosis, fingir la propia muerte para esquivar un depredador, indicaría que algunos animales, al contrario de lo que pensábamos, tienen cierto sentido de la muerte.
El problema está en la dosis:
El tema no es erradicar la mentira, es parte del ser humano y de la vida. Wittgenstein decía que la mentira no es más que uno de los juegos del lenguaje que conviene aprender para no ser víctima de él y usarlo para buen fin.
No se pueden construir relaciones sólidas desde la mentira. Esta vida es dura para todo el mundo, y todas las personas que nos encontramos están librando su batalla y tienen sus problemas.
Si nos relacionamos con los otros desde la superficialidad (me va todo bien…) o desde la mentira, no conectaremos con los demás.
Por contra, si nos quitamos la careta y, sin necesidad de contar intimidades, mostramos una parte de vulnerabilidad, es muy probable que la otra persona haga lo mismo y podamos establecer una relación bonita con ella. Las buenas relaciones se construyen desde la vulnerabilidad.
La sinceridad está sobrevalorada, y una pareja feliz no es una que se cuenta todo, sino una que respeta la parcela privada del otro: no hay ninguna necesidad de contar a tu pareja que has tenido un sueño erótico con el vecin@ del 5º.
Si hemos de tener en cuenta que en una pareja la confianza es importantísima, y una cosa es tener tu parcela, y otra estar todo el día metiendo trolas, porque así no hay forma de construir un proyecto sólido.
Asumir errores que hemos cometido, y hablar de aquello que creemos que puede molestar al otro o es tabú en la pareja, puede ayudar a no tener que mentir.
Volvemos a nuestra complejidad: el 35% hombres y 26% mujeres son infieles, el 65% de las personas cree posible enamorarse de dos personas a la vez, pero todos queremos que nos sean fieles.
Pregunta más importante ante una infidelidad: ¿puedes vivir sin esa persona?
Si la respuesta es sí, ya tienes la solución.
Si la respuesta es no, tienes que comértelo con patatas, porque machacar al traidor es echarle en brazos de otra persona, y reprochar continuamente impide reconducir el proyecto.
La mentira es normal en los niños, pero si es muy frecuente se convierte en un problema. Motivos por los que saber por qué miente no es lo que nos interesa descubrir.
Los niños mienten por motivos parecidos a los de los adultos, pero también por otros motivos que pueden tener que ver con el tipo de relación que tienen con sus padres: demasiadas exigencias, miedo a castigos, padres que también mienten… revisemos qué ejemplo les estamos dando, o si les exigimos demasiado.
Una vez descartado esto, hay una técnica que funciona muy bien para romper la dinámica.
Tenemos que tener en cuenta que no miente porque le falte información o no haya entendido algo. Así que dejamos de pedirle que deje de hacerlo, no le explicamos lo feo que es mentir, y no le regañamos.
Asumimos que miente y le decimos: no hay problema, he entendido que te gusta mentir, perfecto. Te pido que sigas mintiendo, yo le daré la vuelta a todo lo que digas, y así sabré la verdad…
Nos adueñamos de la mentira y le sacamos del juego.
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