La hipótesis más aceptada sobre el origen de la migraña, sostiene que es una enfermedad neurológica que se caracteriza por dolores de cabeza intensos, que además pueden ir acompañados de náuseas, vómitos y sensibilidad a la luz y al sonido.
Sin embargo, a día de hoy, a pesar de los avances médicos y tecnológicos, la enfermedad neuronal que causaría la migraña, está por demostrar. Esto es, nadie ha encontrado algo enfermo en las neuronas de las personas que sufren migraña. La consideración de enfermedad neuronal se basa en la fe en que algún día se encuentre tal enfermedad, no en la ciencia de haberlo encontrado.
Por si fuera poco, hay evidencias de que la migraña en ningún caso puede ser una enfermedad neurológica. Por ejemplo, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), el 99% de las mujeres y el 89% tendrá dolor de cabeza a lo largo de su vida; y a día de hoy, a nivel biológico, no hay ninguna diferencia entre un dolor de cabeza puntual y la más espantosa de las migrañas. La migraña es más dolor durante más tiempo, sin diferencia cualitativa que los diferencie. La pregunta es: ¿podemos considerar como enfermedad algo que afecta al 95% de las personas? No parece.
Y lo más importante: el sistema nervioso NO puede causar dolor; el sistema nervioso permite, entre otras muchas cosas, sentir dolor, pero no puede generarlo por sí mismo. El sistema nervioso es causa necesaria pero no suficiente para sentir dolor. La idea de que el sistema nervioso puede ser causa de la migraña no es una idea científica, es una idea cultural que se remonta al cristianismo.
La idea de que el cerebro es un ente que controla el cuerpo, nace con el alma cristiana, que luego se convirtió en mente, que luego pasó a ser un poder cerebral. Sin embargo, nadie ha visto un cerebro generando dolor. A lo sumo se puede inferir su participación en la migraña, nunca como director, productor o contenedor, sino como participante.
El funcionamiento del cerebro sólo se puede entender si lo situamos en un cuerpo que está en un mundo con el que interactúa. Por ejemplo, cuando una lesión cerebral provoca un déficit del habla, no quiere decir que esa sea la parte encargada del habla sino que es necesaria, como también lo son los órganos del habla, el aprendizaje de la lengua o un entorno en el que se hable.
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Es la forma que tiene el organismo de inducirnos a hacer algo para manejar aquello que ha percibido como peligroso para nuestra integridad.
Por ejemplo, si tocas un radiador ardiendo el cuerpo busca que apartes la mano porque ha percibido que se está destruyendo tejido; por el contrario, si te rompes un brazo, busca que no lo muevas para que pueda sanar. El dolor no existe en lo absoluto, como algo que puede brotar de una proteína o un péptido, el dolor es siempre dolor ante algo percibido como peligroso para la integridad de la persona, no ante algo que necesariamente sea peligroso para la integridad de la persona; una percepción es una construcción de la realidad, no la realidad.
Para encontrar la causa de la migraña tenemos que tener en cuenta que el cerebro, si no está en un cuerpo que está en un mundo con el que interactúa no funciona. Ni el cerebro por su cuenta ni el sistema nervioso al completo, pueden percibir. El sistema nervioso es garante de la sensación, jamás causante.
El cerebro permite, entre otras muchas cosas, percibir, pero no percibe por sí mismo. Percibir es un proceso mucho más complejo que no se puede reducir a biología, veamos:
Percibir es un proceso psíquico a través del cual el cuerpo da un significado a un evento interno o externo.
Este proceso psíquico, que no cerebral, surge de la intencionalidad de un cuerpo en el mundo, porque como explica Paul Watzlawick (Watzlawick, Beavin y Jackson, 2018. P. 29), toda percepción se rige por el principio del movimiento; las investigaciones han demostrado con certeza que sólo se pueden percibir relaciones, sólo se puede percibir en relación a un punto de referencia. Por ejemplo, si queremos comprobar la textura de una superficie, lo hacemos moviendo el dedo sobre ella, porque si dejamos el dedo quieto sobre ella, acaso percibiremos la temperatura por la diferencia relativa entre la temperatura del dedo y la de la superficie, pero no percibiremos su textura.
No hay percepción que no implique acción, y toda acción conlleva percepción. Percibir es posible en la medida en que los organismos se mueven, no somos receptores pasivos de información sino exploradores activos (Pérez Alvarez, 2021).
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Que el sistema nervioso esté implicado en la percepción y en la experiencia de dolor, es muy diferente a que sea la causa. Pensar que el sistema nervioso percibe, es como pensar que la guitarra suena sola, sin que nadie la toque. Tener genes, péptidos, proteínas, neuronas… esto es, un organismo, es necesario para poder percibir, pero no suficiente.
El dolor es una reacción cargada de valoración, no de daño físico, activaciones sinápticas o cambios proteicos. Sentir dolor supone que algo ha sido percibido como peligroso, no que sea necesariamente peligroso. Como sostiene Gerald M. Edelman, biólogo constructivista, “Cada acto de percepción es en cierto grado un acto de creación y cada acto de memoria es a cierto modo un acto de imaginación” (Edelman, 1989).
Una percepción es una construcción de la realidad, no la realidad. De la misma forma que sentir miedo no supone la existencia de un peligro real, sentir dolor supone que algo ha sido percibido como peligroso, no que sea necesariamente peligroso. La literatura está llena de ejemplos de lesiones que “deberían” doler y no duelen, y de “no lesiones” que duelen, todo depende de cómo perciba el organismo esos eventos, que ni siquiera se limitan a la percepción del estado de los tejidos, como bien saben aquellas personas a las personas que, por ejemplo, el viento del sur, el queso curado, o una situación estresante, les desencadena la migraña. La lesión no tiene ninguna capacidad de doler, lo que duele es lo que opina el cuerpo de esa lesión. Pensar que el dolor surge de los tejidos, es como pensar que el miedo que “da” una serpiente es algo que brota de ella misma.
Tenemos que distinguir entre la capacidad de que duela la cabeza, algo que todas las cabezas tienen, y que esa capacidad de cronifique. Una cosa es el dolor de cabeza puntual y otra que eso se cronifique, y se cronifica dependiendo de lo que HACE la persona ante el dolor de cabeza. La característica esencial de una persona con dolor de cabeza crónico es que vive alrededor de su cabeza, y cuantas más cosas hace para tratar de quitárselo, más probable es que le duela. Lo que REALIMENTA esa capacidad que todos tenemos es el comportamiento de la persona, que sostiene la percepción que activa el dolor.
Por ejemplo: la persona que acaba en urgencias por dolor de cabeza, no lo hace por un dolor súbito que aparece como si fuera una hemorragia; llega a urgencias por una escalada: me empieza a la cabeza, me todo un fármaco, no me hace efecto, me meto en una habitación a oscuras, no se me pasa, me pongo nervioso, me sigue doliendo, me agobio, me duele más… hasta que el dolor se hace insoportable y tiene que ir a urgencias en busca de ayuda.
El dolor de cabeza es una dificultad que se convierte en un problema dependiendo de la respuesta de la persona al propio dolor: cuanto más se agobia, más probable es que el dolor aumente, y que además aparezcan otros mecanismos de defensa como las náuseas, los mareos… Síntomas que no implican etiologías diferentes, son todos mecanismos de defensa que tienen origen en una percepción inseparable del comportamiento.
La migraña se construye a medida que la persona hace cosas para tratar de manejar el dolor. Para superar la migraña hay que cambiar la forma en que la persona se relaciona con su cabeza.
Esa es la razón por la que nadie ha superado la migraña con fármacos, porque este actúa a nivel del sistema nervioso, y en el mejor de los casos es capaza de bloquear la reacción neurofisiológica que pone en marcha la percepción, pero como no puede cambiar la percepción, el dolor siempre vuelve.
La causa de la migraña es una dinámica de comportamiento que alimenta una capacidad que todos tenemos. Superar la migraña es cambiar la forma de comportarse ante el dolor de cabeza.
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