
Durante muchísimos años la relación médico paciente ha sido una relación paternalista, donde el médico el ejercía el papel de experto y el paciente asumía un papel pasivo delegando la responsabilidad de su salud en el médico.
Esto ha cambiado. Hasta hace pocos años el acceso a la información marcaba la diferencia. Hoy casi todo el mundo tiene acceso a la información y lo importante es tener el criterio para seleccionar la adecuada.
La medicina moderna funciona muy bien en determinadas patologías, como las agudas (bronquitis, fracturas de huesos, quemaduras…), sin embargo se está mostrando ineficaz en otro tipo de patologías, las crónicas (diabetes, obesidad, hipertensión…) que son las que mayor mortalidad y peor calidad de vida provocan en la población actual.
El modelo médico es el mejor enfoque cuando hay algo orgánico que curar o reequilibrar, en aquellas patologías que tienen un origen orgánico, en las que cuentan con un fármaco eficaz o una cirugía que restaura un órgano. Sin embargo,
las enfermedades crónicas son más fruto del estilo de vida actual (sedentarísmo, mala alimentación, falta de sol…) que de fallos orgánicos
En este contexto, un paciente bien informado, que tome un papel activo y responsable en su propia propia salud es indispensable para alcanzar un nivel óptimo de salud.
El papel del médico debe salirse de ese modelo paternalista para tener una relación lo más igualitaria posible, donde enseñe al paciente a distinguir la información veraz de la falaz, a tomar la responsabilidad de su propia salud. Recetando cada vez menos de esos fármacos que permiten malvivir a las personas hasta una edad avanzada sin preocuparse por
hacer ejercicio, comer bien, moderar el consumo de alcohol o eliminar el tabaco
Lograr un paciente comprometido con su salud es esencial en la sociedad de la información.
Cuanta más información se le da al paciente, mayor adherencia al tratamiento se obtiene, así como más autonomía y mejores resultados en salud general. El objetivo es hacer poderosos a los pacientes, no dependientes.
Información contrastada y veraz. Promoviendo la capacidad crítica, uno de los objetivos de la salud actual
Si la salud general necesita pacientes comprometidos con su curación, esto se hace aún más esencial en el dolor crónico. El dolor crónico es uno de esos trastornos en que no hay ningún órgano afectado, por lo tanto el modelo médico se ve sin herramientas para tratarlo. Ahí están los resultados.
El modelo organicista en el que se basa a la medicina actual, el modelo biomédico, lleva más de 2000 años tratando de encontrar la causa orgánica del dolor sin darse cuenta de que éste, es una emoción sujeta a otros parámetros. El paciente peregrina por todas las especialidades médicas sin encontrar remedio a su dolor, esperando ser curado, poniendo toda su fe en el especialista que le va a curar, sin atisbar que,
sin tomar la responsabilidad y aprender qué es el dolor y qué no, jamás saldrá de ese laberinto
Si estás esperando que vas a superar el dolor crónico (migraña, fibromialgia, dolor de espalda…) gracias a un descubrimiento genial o mediante una pastilla, en definitiva, delegando tu curación en un supuesto experto, toma asiento y ponte cómodo.
Debes saber que un papel responsable y activo de tu parte es lo que te va a llevar a salir del dolor, no la medicina. Debes hacerte un experto en dolor.
Por ejemplo,
el dolor no se puede percibir, porque no es una entidad detectable. Sin embargo puedes entrar a multitud de webs de hospitales y clínicas, incluso en la Sociedad Española del Dolor (pincha aquí para ver uno de sus cursos) en las que hablan de una supuesta percepción de dolor, de un estímulo doloroso, de una transmisión de un estímulo doloroso o de una percepción de dolor, cuando eso es absolutamente imposible.
Se conceptualiza el dolor como una entidad ajena al organismo, algo provocado por estímulos externos o por fallos orgánicos: craso error.
El dolor es la emoción que utiliza tu organismo para inducirte a llevar a cabo una conducta (estar quieto, apartarte) ante aquello que ha valorado como peligroso para tu integridad, no ante aquello que es objetivamente peligroso para tu integridad
Porque tu organismo se equivoca muchísimas veces al evaluar lo que es peligroso o no para tu integridad, como ocurre en otras patologías como las enfermedades autoinmunes o las fobias.
El daño físico no es necesario ni suficiente para que haya una respuesta de dolor,
lo único que puede provocar una respuesta de dolor es la valoración de tu organismo ante las evaluaciones que hace de lo que ocurre en el ambiente, no sobre lo que ocurre realmente.
Debes saber que cuando hay un daño físico el mejor abordaje es el modelo biomédico tradicional. Sin embargo, si no hay daño físico estamos hablando de una causa totalmente diferente en la que los fármacos no tienen poder para manejar esa respuesta.
Cuando hablamos de efecto analgésico nos referimos a aquellos fármacos que son capaces de inhibir una señal que producen los tejidos dañados haciendo que tu organismo interprete que ya no hay daño físico, dejando así de responder con dolor.
Si no hay daño físico no tiene ningún sentido tratar el dolor con analgésicos
Debes saber que no existe eso que llaman dolor psicológico, porque el dolor físico siempre presupone un cuerpo. Si alguien te dice que tu dolor es psicológico, pega la vuelta y vete.
Debes saber que un psicólogo que entienda de dolor es quién más te puede ayudar
Necesitas entender cómo funciona el dolor, necesitas tomar un rol activo para salir del dolor, necesitas conocer cuántos de todos los remedios no te van ayudar a salir del dolor, necesitas conocer porque algunas veces esos remedios producen resultados en algunos pacientes… necesitas convertirte en un paciente empoderado si quieres salir del dolor.
El paciente empoderado, ese paciente que no espera dar con el experto que le curará, ni sueña con el fascinante descubrimiento que hará su trabajo: responsabilizarse de su propia salud.
Deja un comentario con tu opinión y comparte si conoces a alguien que necesite empoderarse.