Casi todos los hombres mueren de sus remedios, no de sus enfermedades.
Molière
Paradójicamente, cuanto más avanza la medicina y cuántas más pruebas disponemos para asegurarnos de la buena marcha de nuestro organismo, más índices de salud y más razones para dudar de ella tenemos.
Y es que los avances y el exceso de precauciones pueden convertirse en fuente de duda. Por ejemplo, el hecho de ver desfibriladores disponibles, puede hacer que sobrevaloremos la probabilidad de sufrir un infarto.
La consideración de sano o enfermo, como casi todo en la vida, es relativa. Por ejemplo, en 1973, de golpe y porrazo se curaron millones de personas de homosexualidad, cuando la Asociación de Psiquiatría Americana (APA), la eliminó como desviación sexual del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM).
¿Qué significa hipocondria?
Según la RAE, empapada del reduccionismo organicista radical imperante en nuestros días, y sin considerar que el sistema nervioso permite la experiencia pero no la genera, sostiene que la hipocondría es una afección caracterizada por una sensibilización del sistema nervioso.
Hipocondría significa algo así como cartílago de abajo, y refiere a la zona baja del abdomen que, según la medicina griega, era la zona en la que se acumulaban los humores y vapores corporales trastornados provocando trastornos.
El caso es que el hipocondríaco tiene la creencia (o la certeza) de tener una enfermedad, y las explicaciones, chequeos o pruebas diagnósticas no consiguen más que afianzar dicha sospecha o convicción.
Podríamos diferenciar dos tipos de hipocondría:
- Somática: poco común. La persona está preocupada por un síntoma y no tanto por lo que pueda suponer tal indicio.
- Clásica: más frecuente. La persona no se preocupa tanto por el síntoma como por la enfermedad que puede acarrear dicha señal. Normalmente le asalta el miedo a tener diferentes enfermedades.
Por otro lado tenemos la patofobia, de la que hablaremos en otra entrada, que consiste en un miedo mucho más concreto, que tiene más que ver más con el miedo a morir de forma fulgurante, que con el miedo a tener una enfermedad. Por ejemplo la cardiofobia: el miedo a morir de un infarto.
¿Soy hipocondríaco?
Cada vez está más clara la manida discusión acerca de si se nace o se hace. Como asegura Nardone, se nace y se deviene. Porque salvo contadas excepciones en las que hay un claro causante que provoca el problema (por ejemplo, el síndrome de Down), la mayoría surgen de la interacción entre la naturaleza de la persona y un determinado ambiente, entre la natura y la nurtura, entre lo innato y lo aprendido.
Así, la clave está en la interacción, no en lo que aportan uno y otro.
De todas formas, saber el porqué del origen de un trastorno, no ayuda a su resolución. Saber por qué empezó una guerra no me ayuda a ganarla en el campo de batalla, y centrarse en solucionar el problema en el presente, es la forma más eficaz de superarlos.
En el caso de la hipocondría, los factores ambientales que contribuyen a desarrollar una hipocondría son:
- Hiperprotección: cuando la familia de origen inculca una excesiva precaución y miedo a las enfermedades.
- Vulnerabilidad: sufrir una enfermedad de pequeño, cuando aún no se tienen recursos, puede hacer que la persona no tenga confianza en su propio organismo y no se adapte a los cambios normales (un pinchazo, un leve dolor, cansancio…)
- Factor vicario: vivir una grave enfermedad de algún allegado.
- Iatrogenia: que el especialista mande pruebas por si acaso y el paciente se quede con la duda de: si me lo ha mandado por algo será…
Las soluciones intentadas más comunes son:
- Consultar a médicos
- Consultar en internet
- Chequearse continuamente
- Hablar continuamente del problema
- Evitar cualquier tema relacionado con enfermedades
Estas soluciones intentadas mantienen el problema porque la persona va en busca de información que confirme su enfermedad, y el que busca encuentra. Ir a falsar la sospecha, sería más eficaz.
La intervención ha de ser individualizada, dependiendo del miedo y de la persona. Sin embargo podemos tener en cuenta que:
- No hemos de subestimar el miedo de la persona. El miedo es irracional y la persona está sufriendo por mucho que nos parezca absurdo.
- Por esa misma razón, no conviene dar demasiadas explicaciones para calmar a la persona.
- Los psicólogos debemos poner atención a aquello que hace la persona para manejar su problema; que deje de hacerlo es esencial para abordar el problema.
Caso
Tamara es una chica de Bilbao de 32 años que acude al psicólogo porque tiene mucho miedo a padecer una enfermedad. Desde pequeña ha tenido muchísimo miedo a ponerse enferma o a que sus familiares puedan padecer alguna. Por ejemplo, su padre tiene algunos problemas de salud que no le preocupan lo más mínimo, mientras ella vive con mucha ansiedad por el temor a que pueda morirse.
Tamara se ha sometido a muchísimas pruebas médicas, porque cada vez que nota algo raro, va al médico para que le hagan la prueba que ella considera que precisa y, si no la consigue de su médico de cabecera, se la hace por privado.
Cuando se la hace y le aseguran que está todo normal, se tranquiliza una temporada. Otra de las cosas que hace es evitar todo aquello que tenga ver la enfermedad: conversación, noticia… Además, busca continuamente información sobre aquellos síntomas que percibe.
Mediante el diálogo estratégico le hago ver que, si sigue consultando a su médico cada vez que tiene algún síntoma, le pasará como a Pedro con el lobo: su médico la tomará por hipocondríaca y, si algún día va por algo realmente importante, no le hará caso, y las consecuencias pueden ser graves (ubi maior, minor cessat).
Con las consultas al Dr Google hago lo mismo, haciéndole ver que cada vez que busca en internet encuentra algo que le haga sospechar aumentando su miedo.
Para empezar a cambiar su percepción sobre la enfermedad, le prescribo el chequeo diario frente al espejo: todos los días ha de hacer un checking de la cabeza a los pies buscando posibles síntomas que indiquen enfermedad.
Con esto se consigue quitar la espontaneidad de su compulsión a monitorizarse y le obligamos a ir afrontando su miedo a la enfermedad en vez de a evitarlo.
A las dos semanas aparece más tranquila, dice no haber encontrado ningún síntoma de enfermedad, no ha ido al médico ni ha mirado en google. Poco a poco irá cambiando su percepción acerca de la enfermedad.
Si quieres saber más sobre el tema o consultar tu caso, escríbeme.
Libros para entender a las personas que sufren hipocondría:
- El enfermo imaginario (Moliere).
- La montaña mágica (Thomas Mann).
- En el balneario (Herman Hesse).
2 respuestas a “Hipocondría: ¿Estoy realmente enfermo o soy hipocondriaco?”
Soy hipocondríaca desde que murió el primer miembro de mi familia , mi abuelo, de cáncer, yo tenía 14 o 15 años, a partir de ahí todo ha sido sufrimiento pq a cada cosa que me dolía pues pensaba que me iba a morir de alguna enfermedad, con la edad he mejorado bastante pero últimamente tengo mucho miedo a la muerte y vivo con angustia, tengo cardiofobia, noto como si fuera a morir de un infarto y es una angustia continua….con 19 años caí en una depresión muy fuerte. El psicólogo me ha ayudó mucho pero cuando me dan las crisis de miedo, pánico me siento morir.
Hola Lorena,
Se dice que quien sufre hipocondría no muere una vez sino 100. Es muy duro vivir con esa angustia. Sin embargo, ya viste que se puede mejorar con ayuda, retómalo porque se puede superar.
Un abrazo